Durante el curso escolar, los niños siguen una rutina estructurada y a menudo rígida. Los deberes de verano diferentes y divertidos permiten un cambio de ritmo, fomentando la creatividad con actividades variadas. Proyectos artísticos, manualidades, lectura de libros no obligatorios y escritura creativa son ejemplos de tareas que pueden despertar la imaginación y desarrollar habilidades creativas. Estas tareas divertidas integran el aprendizaje con el juego, haciendo que los niños y sus familias asocien el aprendizaje con el disfrute.

Finaliza el curso escolar y los alumnos inician un nuevo periodo que, además de brindarles la oportunidad de disfrutar del merecido descanso, supone una oportunidad para practicar nuevas actividades que fomenten el aprendizaje no formal y contribuyan a su desarrollo físico, social, intelectual y emocional.