DIRECTOS Y PRECISOS
A veces tendemos a dar un sinfín de vueltas para informar o para explicar algo desagradable. Esa forma de proceder tiene, en general, dos consecuencias. Por una parte, el interlocutor no puede entender bien lo que decimos o puede interpretarlo erróneamente. La segunda es el peligro de deriva o de justificación por nuestra parte. Lo cual no solo disminuye el impacto de la información, sino que también puede ponernos en una situación difícil, proporcionando al interlocutor elementos para introducir discusiones fuera del tema.
Por tanto, la información o la explicación debe ser clara, precisa y expresada directamente. Con frecuencia tendemos a explicar demasiado. La regla que es preciso observar y en la que debemos entrenarnos es la concisión: no dar más que las informaciones o explicaciones necesarias según el contexto.
Con frecuencia resulta interesante verificar si las informaciones han sido bien comprendidas por el interlocutor (escucha activa).
Un ejemplo: Mejor decir «Ya sabe, me gustaría de verdad conseguir ese trabajo» en lugar de «Esa zona me agrada, nadie parece interesado, ¿qué cree que debería hacer para conseguir ese trabajo?».
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