Si te inscribes en una cofradía de Semana Santa, te van a exigir enseguida que te hagas el hábito; sin él, no podrás desfilar en la procesión. Pues lo mismo te sucederá en el estudio, pero con otra clase de hábito. Si quieres tener una identidad y un distintivo de estudiante, debes adquirir cuanto antes el hábito de estudio, que no es de tela.

Los hábitos de estudio te ayudarán a la concentración y a la consecución de buenos resultados, no sólo de buenas notas.

Procura dedicar cada día el mismo tiempo al estudio, y hazlo siempre a la misma hora.

Un hábito se logra con la repetición reiterada de un mismo comportamiento. Exige constancia y fuerza de voluntad, pero, una vez logrado, facilita enormemente el trabajo o lo que deseemos realizar.

No te permitas ninguna excepción hasta que el hábito esté arraigado en tu vida.

Un lugar adecuado

Sabes por experiencia que el lugar donde estudias es muy importante, te ayuda o dificulta la concentración y el rendimiento. No es lo mismo estudiar en la cocina, en el salón que, en la habitación de tu casa, en una biblioteca pública o en la biblioteca del centro escolar.

Y, por supuesto, en cualquiera de estos lugares no facilita lo mismo el estudio estar solo que acompañado; en silencio que con ruidos.

Dicen los expertos que el lugar adecuado para estudiar debería tener estas características:

• Ser tranquilo, agradable, sin ruidos ni motivos de distracción. Es preferible la propia habitación, no la cocina ni el comedor o salón. Si no tienes sitio, búscate una biblioteca cercana. La decoración debería tener motivos que inviten al estudio y no otros elementos que desvíen tu atención.
• Con buena temperatura. Ni con demasiado frío ni con exceso de calor. Aconsejan entre 15 y 20 grados centígrados.
• Bien iluminado, preferiblemente con luz natural, o con un flexo provisto de una bombilla azul de 60 vatios y el resto de la habitación con una iluminación tenue, así se evita el cansancio. La luz debería entrar por la parte contraria a la mano con la que escribes (a los diestros por la izquierda y a los zurdos por la derecha). No tendrías que ver el foco de luz cuando estés leyendo, ni situarlo cerca de la cara. Tampoco es bueno que los rayos de luz se dirijan directamente hacia el folio o libro sobre el que trabajes.
• Bien ventilado. Tus neuronas necesitan oxígeno y no un ambiente cargado o malos olores.
• Sin música. Evita todo tipo de música cuando estudies. Sólo te puede venir bien como fondo para determinadas tareas mecánicas o rutinarias que no exigen cien por cien la atención de la mente.
• Con una mesa suficientemente espaciosa, sin brillos ni reflejos, con cajones laterales. Que te permita acceder con facilidad a los útiles habituales de trabajo: bolis, goma, rotuladores, reglas; y desde la que puedas alcanzar diccionarios y otros materiales de apoyo imprescindibles.

Despejada a la hora de estudiar de todo lo que pueda distraerte (incluido el teléfono móvil) y provista sólo de lo necesario para la sesión de estudio. Evita las excusas de levantarte cada dos por tres para buscar libros, cuadernos, enciclopedia...

• Con una pequeña cartelera en la que tengas expuesto el horario de clases, el de estudio, el calendario con las tareas pendientes y alguna imagen o texto breve que te motive a estudiar.
• Con una silla proporcionada a la mesa y a tu estatura, de forma que puedas llegar con los pies al suelo o a un reposapiés. No debe ser muy cómoda, pero sí ligeramente almohadillada, con apoyabrazos y que el respaldo alcance la altura de tus hombros.

FUENTE: LIBRO TÉCNICAS DE ESTUDIO PARA ADOLESCENTES DE ANTONIO GONZÁLEZ