Esta semana, nuestro colegio se ha convertido en un almacén de solidaridad. Las familias de toda nuestra comunidad educativa han respondido con abrumadora generosidad y rapidez al llamamiento que hacíamos de recoger enseres necesarios para los afectados por la catástrofe de Valencia. Trabajadores del centro, imprescindibles al máximo, dedicaron mucho más que su jornada (muchísimo más) para la organización de todo el material. Alumnos de los cursos mayores, exalumnos, familiares, amigos... ayudaron, fuera del horario escolar, a que todo encajara en los camiones (mirad las fotos y recuperaréis automáticamente el optimismo vital). Alumnos de Primaria pintaron preciosos mensajes de apoyo, de fuerza, de cariño... que fueron en las cajas, sumando corazón en este viaje.

El padre de una alumna, transportista, dirigió las operaciones y salió anoche junto a cuatro compañeros más (uno celebraba de esta forma su cumpleaños) rumbo a Valencia, para hacer llegar gratuitamente todo lo que fuimos capaces de reunir… El breve vídeo con el aplauso de agradecimiento que nos enviaron una vez descargadas las cosas… ya pone la carne de gallina.

Este desastre ha sido una oportunidad para que toda nuestra familia tellista demuestre lo que es capaz de conseguir cuando hace falta. Sabemos que todas las personas necesitamos a los demás en algún momento a lo largo de nuestra vida, así que la solidaridad es un valor imprescindible para que el mundo sea mejor, y colaborar con otros para conseguir un objetivo sin tener obligación de hacerlo es algo que produce una sensación de calor interior que nada puede enfriar… Para demostrarlo, podemos contar que esta semana coincidió que, en las clases de Lengua, pensábamos en cómo argumentar elecciones: “¿preferiríamos, por ejemplo, poder hacernos invisibles o ser capaces de leer las mentes ajenas?” Como una cosa lleva a la otra, terminamos pensando en qué elegiríamos pedir si lo hubiéramos perdido todo, como trágicamente le ha sucedido a tanta gente en nuestro país… En los zapatos de otros adolescentes que se habían quedado sin nada al paso de la Dana, SIN NADA, en principio recuperar el móvil era, obviamente, la primera elección. Sin embargo… tras unas cuantas argumentaciones fuera de toda duda (¿qué es un adolescente sin móvil?), alguien levanta la mano y dice: “Yo elijo un abrazo”. Silencio total. El resto van levantando a su vez la mano y eligiendo lo mismo: el abrazo imprescindible de una madre, un padre, un hermano, una abuela… Se da la circunstancia de que algún miembro de nuestra comunidad educativa, otro imprescindible también, encontró un momento la pasada semana para colocar en muros y escaleras de cada piso del cole unos carteles sencillos, negro sobre blanco, en los que recuerda que todos necesitamos alguna vez un abrazo. Nuestros alumnos han mostrado una sensibilidad y madurez fuera de toda duda, y eso nos llena de esperanza. Si yo me quedara sin nada… también elijo un abrazo para volver a empezar. 

¿TeUnes?