Pues ya ha pasado otra semana… ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Pues con voluntad, con la de todos. Estos días parece que hemos ido cogiéndole el tranquillo al método, alumnos, profes y padres. Parece que nos hemos hecho a no vernos las caras y, más o menos, vamos saliendo del paso, a sabiendas de que lo más importante de cada día nunca serán los deberes de ninguna materia… Insistimos en esto para tranquilidad de las familias, que a veces se ven superadas por el trabajo que les enviamos, que solo pretende ayudar pero, a veces, ahoga un poco.

Y, como cada uno de nosotros trata de encontrar el mejor vehículo para llegar a sus alumnos, quizá terminamos por volveros locos con el blog, la plataforma, las Flipped Classroom, los vídeos, la web… Será exceso de entusiasmo, pero debéis saber que escuchamos vuestras voces y tratamos de hacerlo mejor.

En estos días, para los profes lo más difícil no es pensar cosas que hacer con los chavales, a distancia, entretenidas, útiles, cercanas al currículo, que no requieran de muchos medios para que la brecha de la desigualdad, que tanto duele, no crezca, separándonos aún más… Esa, desde luego, no es tarea fácil. Pero es la nuestra. Ya sabéis, somos profes…

Sin embargo, es mucho más difícil ver lo que vemos cuando nos sentamos frente a la pantalla: las caras de nuestros chavales y, detrás de ellos, todas sus circunstancias, que son tan diferentes entre unos y otros… Incluso en el mejor de los casos, si se dan las condiciones óptimas, este encierro ha de ser terrible para un niño, que busca el contacto con sus compañeros de juego o los mimos de sus abuelos como el respirar… Y para un adolescente, que necesita a sus amigos casi tanto como el espejo en que se mira todo el rato, en busca de una aprobación imposible, porque es incapaz de ver todo lo que vale… Y para los padres, que a veces no encuentran forma de ayudarles. Los profes somos también hijos, padres, hermanos… Gracias por recordárnoslo. A veces a nosotros mismos se nos olvida que somos más cosas que profes.

Por eso, y porque la principal y única condición que nos iguala a todos los de este oficio es la preocupación por nuestros niños y por sus familias, necesitamos insistir en una cosa: nada es más importante que mantener la sonrisa. Ninguna de las tareas que proponemos merece una discusión que os aleje de los que más queréis. A veces los profesores nos ponemos tremendos dando mucha importancia a cualquier ejercicio de sintaxis o un problema de mates… pero no es más que un papel, un personaje que alguien tiene que interpretar. Y de que seamos buenos actores depende el éxito de la función, en circunstancias normales. Pero estas no son circunstancias normales. Estas son circunstancias extraordinarias. Y, por eso, tenemos que quitarnos la máscara y sin disfraz reconocer que nada nos importa más que, a la vuelta de esto, estemos todos. Y estemos bien. Porque no podemos dejar a nadie atrás. Y entonces, haremos lo que haya que hacer para conseguir que el espectáculo termine en ovación. Pero mientras, tenemos que mantenernos a salvo, cuerdos y positivos. Sin perder de vista el horizonte. Sin olvidar que imprimir un ejercicio o terminar un problema es una insignificancia al lado de lo que va a pesar un abrazo cuando pueda darse.

Una vez sin máscara, los profes no engañamos a nadie. Así que tendremos que conformarnos con la curiosidad incondicional de nuestros niños por aprender y con la compasión de nuestros adolescentes para hacernos caso… Y, sobre todo, con la confianza de las familias para continuar diciéndonos sinceramente qué va bien y qué viene haciendo falta. Solo tenemos que mantenernos juntos. Y firmes. Y confiar. Confianza. Todo irá bien.